20070711

Mis sirenas


Son tres las sirenas que viven el patio trasero de mi casa. Hay matapiojos, tarántulas, niñas y mariposas en otros sectores de mi casa, pero las sirenas están atrás, en la piscina, en el único lugar del que difícilmente pueden escapar.
Viven juntas hace doce años y tres meses. A veces se sumergen por meses hasta donde no llega la luz, a veces flotan en la superficie y puedo decirles hola, a veces olvido espolvorearles la comida para peces y reptan famélicas hasta mi dormitorio.
La menor de las sirenas tiene unos ojos pequeños pequeños, unos ojos que duermen la mayor parte del día y que se le van para adentro durante la noche. Es una seria sirena, una sirena que, de vez en cuando, olvida su cola de pez y ríe cuando le preguntan: ¿no sientes el agua fría? Por estos días, la sirena menor tiene los ojos algunos milímetros más abiertos que de costumbre y anda revisando las latas de atún que caen a la piscina. Esta sirena me regaló un lazo de bronce.
La sirena del medio tiene tres pupilas, tres cansancios y tres sorpresas. Tres porque uno siempre es propio y los otros dos multiplican y hacen más bello lo propio. Por eso le dicen la sirena trinidad, porque es una, pero siempre se la ve como tres. Esta sirena ha batallado con metralleta en mano... jamás derrotada, insiste a pesar de sí misma. El otro día descubrí que ocupa su pelo para reforzar las cadenas de su casa. Esta sirena me regaló un espejo.
La sirena mayor no se sabe si es la mayor. Tiene cientos de colas para lucir y siempre le pido una prestada. Pero no es eso lo más importante. Aún no se acostumbra al último cambio de agua de la piscina y esa es clara señal de lo inconstante de su edad. La conversación más profunda que hemos llegado a tener fue en completa oscuridad y completo silencio... creo poder entenderla sin mirarla y sin escucharla. Esta sirena me regaló un cómodo sillón.