
Los colores estaban furiosos y en cada uno se podía ver el reflejo de partes de tu cuerpo. Morada la nariz, verdes tus manos, roja la frente, amarillo tu estómago y azul tu pelo. La furia era como la tuya, una furia alegre, inocente y rápida. Amé cada color y cada furia porque me mostraron tu pasado y tu futuro.
Un cirujano puso fin al arcoiris que se escapaba por tu cabeza. El cirujano lo hizo rápido, los colores no nublaron su vista. El cirujano cerró con hilo negro cualquier posibilidad de escape... de los colores, pero no de la furia.
Ahora te miro durmiendo... un sueño de furia seguramente. Qué ganas de dormir a tu lado, de estar a tu altura y poder destruir autos, edificios, fotografías, frascos y televisores.
Respiras con fuerza y tu cicatriz de hilo negro palpita con furia contagiada, mientras se llena de colores que pasado mañana sangrarán un poco.