20070831

Bellos huevos revueltos


No es una cosa de voz… cara de ángel, de pez ángel. En el atochamiento, flota como un antepasado muerto… cara de muerto.
Cuestión de robar y luego borrar cuentas atrasadas. Trenes haciendo la fila del desayuno, todo vacío, menos la fuente caliente de huevos revueltos… robar los huevos.
Bello, yo robo al bello y hago la fila que me corresponde.
Ventanilla del olvido y la falta de perdón, recibo mi vale por huevos revueltos. Solo lamento la pobreza de mi vestido de flores celestes.
Y vuelta…





Sucede que no resisto un invierno de cuatro estaciones, ni aunque las cuatro fueran primavera.
Si nutre, se come. Si indigesta, se vomita y no se come más… sabiduría prehistórica que ya no sirve.

20070711

Mis sirenas


Son tres las sirenas que viven el patio trasero de mi casa. Hay matapiojos, tarántulas, niñas y mariposas en otros sectores de mi casa, pero las sirenas están atrás, en la piscina, en el único lugar del que difícilmente pueden escapar.
Viven juntas hace doce años y tres meses. A veces se sumergen por meses hasta donde no llega la luz, a veces flotan en la superficie y puedo decirles hola, a veces olvido espolvorearles la comida para peces y reptan famélicas hasta mi dormitorio.
La menor de las sirenas tiene unos ojos pequeños pequeños, unos ojos que duermen la mayor parte del día y que se le van para adentro durante la noche. Es una seria sirena, una sirena que, de vez en cuando, olvida su cola de pez y ríe cuando le preguntan: ¿no sientes el agua fría? Por estos días, la sirena menor tiene los ojos algunos milímetros más abiertos que de costumbre y anda revisando las latas de atún que caen a la piscina. Esta sirena me regaló un lazo de bronce.
La sirena del medio tiene tres pupilas, tres cansancios y tres sorpresas. Tres porque uno siempre es propio y los otros dos multiplican y hacen más bello lo propio. Por eso le dicen la sirena trinidad, porque es una, pero siempre se la ve como tres. Esta sirena ha batallado con metralleta en mano... jamás derrotada, insiste a pesar de sí misma. El otro día descubrí que ocupa su pelo para reforzar las cadenas de su casa. Esta sirena me regaló un espejo.
La sirena mayor no se sabe si es la mayor. Tiene cientos de colas para lucir y siempre le pido una prestada. Pero no es eso lo más importante. Aún no se acostumbra al último cambio de agua de la piscina y esa es clara señal de lo inconstante de su edad. La conversación más profunda que hemos llegado a tener fue en completa oscuridad y completo silencio... creo poder entenderla sin mirarla y sin escucharla. Esta sirena me regaló un cómodo sillón.

20070529

La estrategia del témpano


A punto de rebalsar algas por mi boca, congelo mi lengua y trago. Sucede que vale la pena guardarse para un vómito más sofisticado. Nunca tiemblo, nunca sangro, lloro poco (lloré una vez al entrar al Metro y lloré al tocar el pestillo de la habitación 44). La estrategia del témpano le dicen.
No conozco el nombre del árbol que por años ha estado en la entrada de mi casa. Mi árbol envejece a pesar de mí. Aprecio la indiferencia y me tortura la tibia saliva que se escapa en cada brindis, en cada manguera que se abre para regar el árbol, en cada lluvia que se pasa acurrucado.
Un témpano por sombrero. Una cabeza fría para soportar un granizo encendido… y dentro del témpano un bonobo inquieto con un alfiler en la mano.
Así, camino altanera de la cocina al baño y del baño al ascensor. Subo y bajo sin cambiar la expresión y cualquier cosa tonta va haciendo sedimento cerca de mi nuca. Frío en la yema de los dedos, uñas sin circulación para hacer juego con el sombrero. Soy una especie de santita azul que viaja inmóvil en un ascensor.

Cuando te miro, te atravieso. Solo abrazos fantasmas. Vomitar pasión en la cabeza de un alfiler… busca el alfiler.

20070418

She’s a mighty good leader all the way (o apologia de la funcionaria)






Abriré el mar de muro a muro y concentraré todas mis fuerzas en limar mis uñas. Hordas de hormigas atravesarán un mar sindicalizado y veré cómo la nieve que se desprende de mis uñas les marca el sendero hacia un día mejor.
En mi gran delirio de grandeza, las hormigas llegarán a la tierrita prometida e izarán banderas con mi cara “sonriente, pero no tanto”.
Dirijo los destinos de miles de hormigas y de sus millones de hijos hormiga que algún día llegarán. Feliz con mi designio, distribuyo placas de mármol para que mi trabajo de un minuto sea recordado por siglos.
No es delirio, es responsabilidad. No es ridiculez, es honesta seriedad. Castillos son construidos en mi nombre y un río es desviado de su cauce para regar mi jardín. No es sumisión, es pura gratitud.
De los manantiales brotan frutas y en cada silla hay un libro abierto. Las hormigas ya no desean ser, solo estar y yo no deseo ser admirada, solo reconocida.
Establezco una fecha para celebrar la gran fecha.
Una hormiga descubre en un libro la palabra “uevo”.
Despierto debajo de un puente.