Y morir en un rincón oscuro sobre tierra húmeda y hormigas llorando.
Ese es el destino de mis conjeturas, de mis compasiones y mis himnos nacionales… todos muertos en la tierra y puestos sucios en una caja de zapatos.
Mis párpados esperan como guillotinas a cualquier imagen amable, triste o sonriente que se les cruce… descabezadas, también terminarán en una caja de zapatos.
Soy una máquina mortífera que aguarda silenciosa el aniquilamiento de cualquier suspiro, mentira o invitación a caminar. Invadida de anhelo, opto por el envenenamiento, el disparo y la estrangulación para poder seguir yendo a comprar levadura al almacén.
Pero si te dieras vuelta, si tomaras la decisión de pedirle a tu boca que se abriera, a tu lengua que saliera, a tu saliva que la humedeciera y nuevamente a tu lengua que se me acercara… si dejaras que tu mano se derritiera en mi cuello… si te dejaras caer.
Paso de la expiración al ego, del ego al deseo.
Nuevamente me arrastro al rincón más oscuro del jardín de atrás. Esquivo sillas, traperos y maceteros hasta el lugar que garantiza que ya no soy.
Ya no me sirvo tu imagen con cuchillo y tenedor, ya no me sirvo nada. Ya no tomo tus ojos remojados en leche tibia. Simplemente, distinto es asesinar de ser asesinada.
Ese es el destino de mis conjeturas, de mis compasiones y mis himnos nacionales… todos muertos en la tierra y puestos sucios en una caja de zapatos.
Mis párpados esperan como guillotinas a cualquier imagen amable, triste o sonriente que se les cruce… descabezadas, también terminarán en una caja de zapatos.
Soy una máquina mortífera que aguarda silenciosa el aniquilamiento de cualquier suspiro, mentira o invitación a caminar. Invadida de anhelo, opto por el envenenamiento, el disparo y la estrangulación para poder seguir yendo a comprar levadura al almacén.
Pero si te dieras vuelta, si tomaras la decisión de pedirle a tu boca que se abriera, a tu lengua que saliera, a tu saliva que la humedeciera y nuevamente a tu lengua que se me acercara… si dejaras que tu mano se derritiera en mi cuello… si te dejaras caer.
Paso de la expiración al ego, del ego al deseo.
Nuevamente me arrastro al rincón más oscuro del jardín de atrás. Esquivo sillas, traperos y maceteros hasta el lugar que garantiza que ya no soy.
Ya no me sirvo tu imagen con cuchillo y tenedor, ya no me sirvo nada. Ya no tomo tus ojos remojados en leche tibia. Simplemente, distinto es asesinar de ser asesinada.