20070529

La estrategia del témpano


A punto de rebalsar algas por mi boca, congelo mi lengua y trago. Sucede que vale la pena guardarse para un vómito más sofisticado. Nunca tiemblo, nunca sangro, lloro poco (lloré una vez al entrar al Metro y lloré al tocar el pestillo de la habitación 44). La estrategia del témpano le dicen.
No conozco el nombre del árbol que por años ha estado en la entrada de mi casa. Mi árbol envejece a pesar de mí. Aprecio la indiferencia y me tortura la tibia saliva que se escapa en cada brindis, en cada manguera que se abre para regar el árbol, en cada lluvia que se pasa acurrucado.
Un témpano por sombrero. Una cabeza fría para soportar un granizo encendido… y dentro del témpano un bonobo inquieto con un alfiler en la mano.
Así, camino altanera de la cocina al baño y del baño al ascensor. Subo y bajo sin cambiar la expresión y cualquier cosa tonta va haciendo sedimento cerca de mi nuca. Frío en la yema de los dedos, uñas sin circulación para hacer juego con el sombrero. Soy una especie de santita azul que viaja inmóvil en un ascensor.

Cuando te miro, te atravieso. Solo abrazos fantasmas. Vomitar pasión en la cabeza de un alfiler… busca el alfiler.