20060726

calendario


En un calendario los días se separan por líneas o por espacios en blanco. Dentro de cada línea o de cada espacio en blanco están todas las cosas que debieron suceder ese día, pero que se quedaron atascadas entre un número y otro, entre la indecisión, el miedo y la ignorancia.
El calendario sobre mi escritorio tiene cada número de los días dentro de 31 cuadrados. Es muy práctico porque sé con anticipación que habrá 31 cosas que debieron suceder y no sucedieron. Así no pierdo el tiempo en tomar decisiones… ya sé que 31 de ellas no tienen remedio.
Mi calendario tiene una transición perfecta entre días y entre meses, no se atascan las hojas ni se pasa una sin querer. Mis días y meses transcurren uno a uno y tengo la certeza de dónde estoy, para dónde voy y que no omitiré nada (salvo todas esas cosas que quedan entre las líneas).
Siempre es así salvo por un pequeño detalle, mínimo pero importante de señalar. La tinta con la que fue impreso no era del todo homogénea, seguramente quedó con algunas burbujas y eso hizo que algunos números tengan un pequeño punto sin color. Ese punto funciona como agujero negro y en ocasiones arrastra a los números contiguos o incluso a meses completos. Cuando esto sucede tengo que pegar una hoja de un calendario antiguo… para no perder la marcha, para no omitir nada ni dejar que sucedan 31 cosas que no iban a suceder. Reconozco que ese mes se vuelve un poco caótico porque confundo los días de este año con los días de años pasados; no sé si tengo una reunión con el gabinete o un paseo por el cementerio.
Éste mes es uno de esos. No sé si es julio de 2006 o julio de un año que se perdió junto con el calendario que boté después de sacarle una hoja. Lo peor es que no sé si las 31 cosas que no suceden son las de este año o las de ese otro año… quizás este año está sucediendo lo que en realidad no tenía por qué suceder.
Prefiero ni pensar en eso. Hago como que mi calendario es la brújula que me guía con precisión cada día y mantiene alejada la incertidumbre. Cada día tiene su afán: pasar al siguiente.

20060719



Será que nunca se dice lo que se quiere decir, ni se escribe lo que se quiere vomitar. "Nunca" es una palabra perfecta porque no admite ambigüedades. Me pone en aprietos la palabra "sed". ¿Cuándo empieza y cuándo termina la sed?

Permanece el momento de la gota
una gota eterna que fallece en los segundo pares y resucita en los impares
tan clara que es inevitable escucharle todas y cada una de sus vocales.

La gota dice: nunca
la boca bajo la gota dice: sed
pero la gota cae, sin duda que cae
pero la boca bebe, sin duda que bebe
a pesar de todo persisten porque se han casado con estas palabras y no con la sed
y no con la negación.

20060715

patricia lucero (a mi amiga Y)

No querías a nadie a su alrededor. Tus largas trenzas amordazaban a las pobres niñas y a sus barbis, inventaste miles de paseos imaginarios para ofenderla y, lo peor, te apoderaste de una parte de ella misma.

Le tiraste en la cara el humo de tus cigarros de chocolate, seguramente no dejaste que la invitaran a ningún cumpleaños. Durante muchas noches mi pobre amiga se metía debajo de las frazadas y se miraba los pies con una linterna hasta que bajo su cuerpo aparecía un paisaje nortino. Mi amiga se sacaba la camisa de dormir y jugaba con niñas de arena, comía pulgas de mar y nadie le decía que era solo su imaginación, que se le hacía tarde para comprar el pan.

Hasta que sonaba el despertador como una campana de ring de boxeo. Mi amiga debía continuar su round sabiendo que siempre perdería por knockout.

Pero un día... (vale la pena que esto comience como cuento), se te arrancó una niña: una princesa dorada, "la más linda y buena de todas". Esta damita se llevó a mi amiga a la playa que ella solo conocía gracias a su linterna y sus frazadas y todo lo que ya conté. ¡Era cierto que había niñas de arena y que las pulgas de mar saltaban confitadas desde sus agujeros!. A mi amiga se le desdoblaban los dientes de tanto reirse... llegó a tener una sonrisa gemela que volaba a su lado como un globo, sujetadita por un cordel.

Cuando volviste a tirarle el humo, mi amiga te enfrentó. Te tiró una pulga confitada y la princesita le pasó otra para que esta vez sí te pegara en la cabeza. Ya no podías evitar que mi amiga pudiera estar cerca de tus niñas amordazadas, que jugara con todas ellas y que la invitaran hasta al cumpleaños del gato.

Tus trenzas fueron acortándose cada día un poco, hasta que quedaste calva y desapareciste. Te apagaste lucero y mi amiga pudo recuperar un pedazo de lo que le quitaste.

Lástima que no pudo recuperarse por completo, porque mi amiga ya no vive cerca de la playa y ha vuelto a mirarse los pies con una linterna bajo las frazadas. Mi amiga se quedó para siempre temiendo que le digan que las niñas de arena y las pulgas confitadas son puros inventos y que mejor se prepare para ir a comprar pan.

Por eso, cuando miro a mi amiga, veo que siempre tiene un pie en la oficina y otro en la playa. Espero que algún día me invite a comer pulgas, yo puedo llevar flamencos glaseados.

20060713

el orden de las cosas
me canso, me canso.

veo pasar a un hombre vestido de blanco marfil. da tres pasos hacia adelante y dos hacia atrás.
no es el electricista.

la vaca da leche; el naranjo, naranjas.
"soy buena para estar incómoda, no puedo dejar de cambiar todo el tiempo".
sin nostalgia no sabría cómo abrocharme los zapatos.

mis ruegos llegan a oídos del señor.
por la mañana arde el castillo, el jardín de rosas y la mesita de café.
una niña de ojos rojos.

hasta nunca.
ya no te veo en los pasillos, ya no me ofreces un vaso de agua.
bastaba con un grano de sal.

20060705

maldito pez

Como un pez gelatinoso te escapas por las escaleras, por las rendijas del alcantarillado y de mis labios.
Como si no te conociera (y eso es cierto) pasas a mi lado con tus branquias bien abiertas, pero con los ojos perdidos entre el este y el oeste. No me miras, no me respiras ni me suspiras burbujitas de ansiedad.
Apostaría mi red a que eres un pez frío. Diría que eres un pez frío y calculador, pero creo que los peces no saben de cálculo, al menos no los peces que han terminado en mi sartén.
Te escapas pececito azuloso de frío, pero haces como que no. Haces como que mi presencia no te incomoda, como si no fuera raro que te mire moverte en tu estanque, como si yo también fuera una pescada de hielo. Y yo tengo la culpa, me gustaría ser de hielo y me gustaría ser pescada.
Mi estrategia por el momento es esa: la pescada fría. Pero… ¡ay de ti cuando vea que tus ojos saltones se detienen en mi escote! Sacaré mi red, te marcaré el lomo y guardaré una escama tuya en mi billetera.


(lo peor de todo es que los peces no saben leer)